miércoles, 28 de marzo de 2012

Lágrimas Fugitivas

Lentamente caen lágrimas fugitivas, 
se arrojan suicidas contra el asfalto y la velocidad las devora.
La gravedad las confunde con el corazón destrozado
y estallan en el bullicio de la lluvia
confundidas con las gotas de la tristeza y la soledad.

En el cielo, la luna observa enmudecida la historia 
y las estrellas murmuran los secretos:
Eran los enamorados la fuente y el significado de la fantasía,
la risa que contagiaba, la fuerza que inspiraba.
Eran los enamorados como niños que se encuentran en la multitud,
y que se reconocen entre pequeños colores y gestos.

Yo los conocí entre globos metalizados y dragones azules,
y hoy no me queda más que el recuerdo de sus manos unidas.

Fotografía tomada de Internet

¿Quién se encarga de matar aquel delicado misterio,
que une a dos almas como si fueran una?
¿Dónde fuiste aquella noche cuando hubo lágrimas y se acabó el tiempo para hablar de amor?
¿Cuándo olvidaste ese beso que te despertó al amanecer?


Él llora, ella niega, ellos recuerdan, murmuran y reclaman.
Son esa playa donde el mar se arroja contra la arena.
Él busca, se arrepiente, ella ríe con más fuerza y porta la máscara del actor valiente.
Ellos, en el inventario de sus culpas y errores, saben que la historia pudo ser diferente.

Ellos estaban juntos en el crepúsculo y en la madrugada, 
en las carreteras, huyendo de la tormenta y enfrentando los rayos del sol.
Ella con caricias lo dibujaba en sus sueños de mujer que pretende no enamorarse.
Él le enseñaba nuevos idiomas y los secretos para pilotear en el viento.

Yo los vi besarse, cantar, jugar y correr bajo la lluvia,

y hoy no me queda más que el eco perdido de sus voces enamoradas.

Lentamente caen lágrimas fugitivas, 
se deslizan desesperadas contra el lodo y las piedras.
La gravedad las confunde con el corazón angustiado
y revientan en el bullicio de los turistas desconocidos, 
desvanecidas en el orgullo, el miedo y las miradas que se pierden en la oscuridad.


Michael David Durán


lunes, 26 de marzo de 2012


Criatura intangible, princesa de un reino lejano, 
de un sueño extraviado en las páginas de un libro infantil.
En tu cuello habita todavía el perfume al que encadenaste mi alma aquella mañana de abril...

Hada (Imagen tomada de Internet)

Tu nombre es la llave que abre las puertas de mi inspiración.
Tu rostro, a pesar del paso del tiempo 
sigue siendo el de aquella niña a quien tomé de las manos 
para leer las lineas de su destino, 
anhelando que mi nombre hubiese sido escrito en ellas.

Tus labios dejaron su marca en los míos, 
propiedad de tu boca es desde entonces mi boca.

Michael David Durán

sábado, 24 de marzo de 2012

Epifanía Huracanada (Minwë Muse)

Las antiguas mitologías nos enseñan que la inspiración es esa ráfaga divina
que invade nuestros pensamientos y permite a nuestros sentimientos crear paraísos.
En la antigüedad, las artes eran representadas por nueve hermosas deidades que habitaban el Parnaso.
Ellas eran las Musas y estas letras están dedicadas a una de ellas.


A Adriana Ávila

En los años de mi juventud, aprendí el minucioso arte de la poesía.
Un aprendizaje epistolar fue el mío. A través de nubes y montañas,
los versos volaban en el vuelo de palomas mensajeras.
En aquel tiempo una hermosa Alquimista moldeó mis silencios y transformó mi llanto en poesía.

Agradezco a la dama que me ha acompañado a recorrer los laberintos de mi mente,
el privilegio de encontrar una voz capaz de conmover la ferocidad de mi melancolía.
Hoy, he descubierto una nueva forma de expresar los sentimientos,
la sensualidad, la ternura y la pasión huracanada. 

Alguna vez tuve una Musa que me inspiró con el rumor del mar y sus atardeceres,
y con el paso de los años, han llegado nuevos seres fantásticos que motivan mis letras, 
el arte de seducir con una mirada que amenaza con endulzar la vida,
y el arte de doblegar mi voluntad con un beso, son también los atributos de mis Musas.

Hoy, comprendo que además de letras, palabras, metáforas y silencios,
la poesía está presente en la respiración, la mirada, la sonrisa y la voz de la Musa,
y ella es una divinidad que se hace humana, que sonríe, suspira, exclama,
parpadea y nos comparte su inspiración, convirtiéndola en la nuestra.

Ahora, contemplo las innumerables páginas que he escrito, sin voz ni mirada,
las acaricio mientras susurro una entonación cuyo eco se pierde entre las estrellas mudas.
Murmuro el nombre de una mujer cuya sonrisa dibujo con palabras cada noche.
Ahora, comprendo que la poesía necesita ser esa voz que escuchamos en el reino de los sueños.

Imagen tomada de Internet
(El Amor en los Tiempos del Cólera)

Ahora, en el atardecer solitario, me siento un aprendiz nuevamente.
Y mientras se deleita mi alma ante la Musa que se ha convertido en una Epifanía,
recuerdo los labios de la mujer que me hizo suyo en una mañana de lluvia.

La Musa es una mujer sensible, apasionada y curiosa, 
es una mujer trabajadora, valiente, delicada, maternal y guerrera.
La Musa es la mujer, que puede convertirme en el Diablo y llevarme al Paraíso.
La Musa es la mujer a quien puedo agradecer los manantiales a donde ha llevado a mi alma.
La Musa llega como un huracán de inspiración y transforma su voz en los versos que cultivo.
La Musa es una epifanía, cuando detiene al Universo y me mira a los ojos, 
entonces en sus mejillas contemplo delicadas estrellas, que se convierten en el destino de mi poesía.

Michael David Durán