Una noche como ésta, tus labios siempre sedientos,
se encontraron con la eternidad de mi boca insaciable.
Y una débil llama nos iluminó en las sombras secretas,
de ese refugio de hadas y duendes, donde sucedió lo inimaginable.
Un hechizo dulce y caliente, un licor sensual fluía sobre tu
aliento,
Y sentí la fuerza de tu respiración gobernada por ejércitos extasiados,
Me alimentaste lentamente con manjares jamás conocidos por
mi lengua,
Y me doblegaste con un beso, sobre la marca que comparto con
los ángeles exiliados.
Una noche como ésta, mi altar fue tu vientre y el silencio
de nuestro pasado.
Siglos antes de besar el secreto lenguaje que tatuaste, con
el nombre de nuestro linaje.
Años luz de aquí nos miramos como dos extraños que se cruzan
en el camino,
Y dormimos bajo el mismo techo… sin sospechar que el nuestro
sería un mismo viaje.
Un hechizo dulce y frío, un postre embriagante se ondulaba
en tu lengua,
Y sentí tu corazón
palpitante con el ímpetu de mil corceles desbocados.
Nos alimentamos suavemente con néctar y ambrosía, como seres
inmortales,
Y me dominaste con una mirada, invocando en mi pecho a una legión
de ángeles olvidados.