viernes, 13 de mayo de 2011

TROZOS DE MANZANA



Sobre tus párpados cerrados brillan todavía el sudor y la escarcha. Debajo de ellos parece que tus ojos estuvieran mirándome. Se desvaneció tu maquillaje, sólo hay tenues rastros de lápiz labial en la palma de mis manos y en las comisuras de mis labios. Aquí estás, yace desnudo tu cuerpo debajo de una marea de sábanas desordenadas y diminutas gotas de vino se deslizan lentamente en las regiones levemente tibias de tu cuerpo. Las máscaras de otro tiempo han quedado abandonadas a la fatiga de este silencio y me gusta, me gusta el silencio de tus párpados cerrados y de tus manos entreabiertas.

Somos una escena prohibida, plumas, llamas, trozos de manzana y los pétalos de antiguas rosas de plata, el arrepentimiento inútil de un holocausto de fuego y acero. Me convertiste finalmente, ésta noche soy la obra de tus manos. Nada volverá a ser lo fue antes, este impulso dominó cada célula, cada músculo, cada rincón de mi mente fue gobernado por un ejército voraz y esa multitud de seres sin nombre esta noche te ha devorado.

El silencio de la noche, nunca fue más claro o más extraño. La metamorfosis de caricias y besos en rasguños y mordidas, de la ternura a la rabia, de la rabia al desconcierto. Lo acepto: soy culpable de las palabras dormidas que gotean sobre la almohada. Fulminante fue mi rayo en tu memoria, no habrá otra historia mañana. A partir de esta noche, ni dolor, ni placer conocerás. He dibujado una fábula inmortal sobre tu frente, insignificantes serán los días de mi condena. Por siempre estarás a mi lado, habitarás conmigo en el oscuro espacio de mi celda. Pálida y tranquila se ve tu sonrisa, en el suelo permanecen las cortezas de las manzanas, las copas de vino y tu sangre, ahora fría y el puñal que abrió tu herida. A lo lejos, las sirenas rompen el silencio y se aproximan. Nunca olvidaré el brillo del amor en tus pupilas cuando te arranque la vida, ya nunca me abandonarás.

Michael David Durán